La salida de la desesperación, la decepción y el desaliento que caracterizan nuestra época se encuentra en el abandono del individualismo.
Todo ser humano necesita encontrar respaldo en los otros "yos" que lo rodean, para dar un sentido a su existencia.
La posibilidad de un mundo mejor alberga en la esperanza de poder construir algo diferente juntos con otras personas.
Recuperar y fortalecer la confianza en las relaciones con los otros pequeños seres que nos rodean es la clave para pensar en un mundo mejor y trabajar para que se vuelva realidad.
Necesitamos capitalizar las esperanzas y aspiraciones de tanta gente seria que trabaja en el día a día, frecuentemente desilusionada y abatida por las frustraciones que acumula en ver el deterioro del contexto en el cual vive.
El verdadero reto para todos los hombres y las mujeres de buena voluntad es establecer conexiones entre estos núcleos positivos y luminosos, de manera que cada uno de ellos, no solamente no se apague, sino más bien fortalezca su luz y contribuya a iluminar todo su alrededor.
Somos animales sociales y encontramos nuestro sentido en las relaciones positivas que logramos establecer, fortalecer y multiplicar a lo largo de nuestra vida.
En esto consiste lo que se puede definir paraíso. Y en el contrario de eso reside el infierno.
Esa empatía, esa comunión de almas que nos hace calentar el corazón dona sentido a nuestro peregrinar en estos espacios y tiempos definidos.
Ese palpitar armónico es que nos hace experimentar momentos de eternidad.
Esos momentos valen una vida entera.
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