sabato 20 aprile 2019

¡Desahogo virtual!


La realidad virtual domina la concreta.
Un artículo en el periódico de hace dos días resalta un episodio en el cual se destacó nada más y nada menos que Bob Dylan... y no por sus dotes canoras o poéticas, sino más bien por haber, hasta bastante torpemente, apostrofado a sus fanáticos con un: "¿Vamos a empezar a cantar o posamos?".
La noticia era presentada como un evento bastante grotesco, casi una manifestación retrógrada de una celebridad que probablemente no logra estar al paso con los tiempos... ¡Pero a mí me hizo reflexionar bastante!

Probablemente porque yo misma me encuentro cada vez más frecuentemente a vivir con un sentido de incomodidad repentina los momentos de compartir con amigos que terminan compartiendo conmigo solamente el espacio físico, mientras están concentrados en compartir sus energías mentales y, me atrevería a decir, su espíritu por vías virtuales, con personas que, tal vez, estarán haciendo lo mismo en otros espacios físicos.
No, no tiene nada a que ver el estar al paso con los tiempos.
Lo que debería hacer reflexionar es por qué la mayor parte de las personas que estaban asistiendo al concierto de Bob Dylan estaban más interesadas en sacar un video del evento, para luego verlo aplazado, que en escucharle cantar en vivo, dejándose transportar por una experiencia sensorial que solamente el aquí y ahora logran dar.
¿Es tal vez más fuerte la necesidad de enseñar a los demás que se está participando en un acontecimiento de renombre? ¿Tan grande es nuestro deseo de hacernos visibles?
No nací en la época digital, mas entré a hacer parte de ella cuando ya era adulta. Sin embargo, eso no me impidió entender toda la relevancia de ciertos instrumentos de comunicación, o de su importancia en términos de oportunidades de desarrollo personal y colectivo. Al mismo tiempo, no me siento retrógrada cuando afirmo que me gusta mirar a los ojos a las personas con quienes hablo. Me gusta pasar el tiempo concentrándome en su presencia conmigo aquí y en este momento.
¡Es por esto que espero no perder nunca aquel sentimiento de incomodidad que me hace torcer la nariz cada vez que pierdo el contacto visual con los ojos fugitivos de quien acaba de prestar atención a una notificación de WhatsApp!

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