Necesitamos aprender de los sistemas naturales, para aprovechar estrategias y mecanismos exitosos de gestión.
La naturaleza nos enseña que, en un sistema, el todo es más
que la suma de sus partes, por las propiedades emergentes que se originan de
las relaciones y dinámicas entre sus componentes.
Esas relaciones, no sólo generan características únicas y
adicionales, que no serían posibles tomando cada componente por separado, sino
que logran también compensar funciones específicas.
Un ejemplo de excelencia de esto es el cerebro humano, donde,
a pesar de que la formación de nuevas neuronas se interrumpe, el órgano logra
no envejecer en la medida en que se mantiene activo formando nuevas sinapsis, o
sea nuevas conexiones, que frecuentemente logran compensar incluso la pérdida
neuronal.
La lección clave es que relaciones de calidad son un factor
esencial para la salud y el desarrollo de un sistema, a diferentes escalas.
Estamos en un momento histórico en el cual se proyectan
cambios radicales y significativos, que incidirán en todos los aspectos de
nuestra vida, como individuos, así como colectivos.
Enfrentar estos desafíos implica establecer políticas y
sistemas de gestión fundamentados en la sinergia de numerosos actores, a todos
los niveles, estableciendo acciones diferenciadas y coordinadas, alrededor de
objetivos comunes.
Esto permitirá aprovechar y potenciar las fortalezas,
optimizando la costo-efectividad de las intervenciones.
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